Estoy sentado en el palco de prensa la primera noche de Festival. Es incómodo. Es un entorno tenso, ubicado al costado izquierdo del escenario si lo miras de frente. Es un corral con asientos, donde se colocan gráficos y periodistas. Los gráficos, con sus cámaras y lentes profesionales, están de pie, o sentados en los respaldos o de pie encima de los asientos. Atrás, la gente de la tribuna no reclama pues aún no ha comenzado nada, pero yo me encuentro con un ex alumno que trabaja en EMOL, Sebastían Cerda: "Las viejas de la tribuna tienen códigos que hay que respetar", me dice. Es su tercera vez cubriendo el festival. "En años anteriores, cuando las viejas vienen a ver a gente como Marco Antonio Solís o Juan Gabriel, te lanzan piedras, fruta y proyectiles".
Nos quedamos medio piolas, agachados, pero los periodistas de otros medios, que sólo se acreditan para venir a ver gratis a sus artistas favoritos, se sientan con sus pololas encima de los respaldos y al final estamos todos incómodos y de pie. Los gritos de las viejas vienen desde atrás.
Te la pasas averiguando cómo puedes ver el espectáculo de manera cómoda y debería ser así porque estamos muy cerca del escenario, hacia un ladito, pero en una ubicación buena. Y no es así. Los fotógrafos no lo permiten (¿cómo le vas a pedir a doce o quince gráficos que se sienten?) la gente se amontona, y tú ves que tu pase de palco de prensa, ese que dieron uno solo por medio, nunca fue uno por medio, y que el número del palco que está escrito por atrás es un chiste también.
Aún así me topo con gente que conozco: Alberto Brieba, de La Cuarta, ex alumno, se dejó barba, se ve más viejo. Nacho Stark, también con barba, no se ve más viejo. Andrés Orrego, el periodista que está conmigo en el trabajo de las conferencias está ahí entre la gente de UCV Televisión, a la cual conoce bien porque también pitutea para ese lado.
Los más conocidos están lejos de donde nosotros nos encontramos, junto a los rostros de los canales. Mientras los espectáculos ocurren (los comentarios de lo artístico en el blog de La Tercera) los periodistas entran y salen del palco indistintamente. No se quedan ahí. Los que laboran en prensa escrita son más mateos, toman notas, pero otros andan pasándolo la raja.
Ricardo Pelao Cantín, quien comparte locutorio conmigo en la radio que tenemos en Viña, que lanza señales a cada radio de Iberoamericana de acuerdo a las necesidades (Cantín hace un programa en la Pudahuel), cuenta que le dieron un pase para el vip. Hoy nos contó que comió sushi y tomó copete a destajo, pero que uno se siente fuera de lugar. Y Cantín, que se maneja bien, se sintió medio fuera de lugar, figúrense. Pero me dijo que hoy se consigue dos pases y me tomo el whisky mientras Farkas le hace cariño a la piel original de su mujer.
La noche del lunes, Alejandro Guillier estuvo en el palco de rostros del festival, apoyando la salida del canal de noticias de TVN. Entonces, tenía que salir el martes desde las 7 de la mañana en el estudio que las radio mantienen y del cual ya les hablé, que está en el sector de Valparaíso y calle Quinta. La primera noche de festival me acoste pasadas las 3 de la mañana y a las 7 de la mañana siguiente estaba en el estudio acompañando a Alejandro para ADN HOY. Esas dos horas transcurrieron como si durmiera. En algún momento del día después pensé que lo había soñado, pero no.
Los estudios en cuestión donde estamos albergan las oficinas comerciales de Iberoamericana en Viña. Y tienen un estudio habilitado porque eran las dependencias de la recordada radio Finissima. cantín trabajó en sus primeros años allí. el locutorio le trae recuerdos. Dice que hay dos historias de muerte. Un junior que trabajaba en esos años, salió un día de la pega y se colgó en su casa. Tiempo después, una secre muy joven, murió de una enfermedad terminal. Así que además de desabrido, el lugar tiene sus historias. El locutorio es cómodo y tiene implementada una línea digital. Entonces, al ponerte los fonos y hablar, no hay retardo en los retornos y estás simultáneamente hablando con tus compañeros en Santiago, lo que es muy cómodo considerando el desarrollo del programa ES LO QUE HAY, con la Jani y Daniel allá en la capital.
El recinto es enorme. Y tiene algo que me sorprendió. En vez de destacar a un lado el nombre de los arquitectos, la enomre mole de hormigón que es el anfiteatro de la Quinta, tiene también el nombre de la administración edilicia que la inauguró. En letras enormes sale el nombre del alcalde de entonces, Kaplan, y dentro de los concejales, la Reginato y Celis por cierto. Si yo tuviera mi nombre tatuado en la Quinta Vergara, también sería un pintamonos.
miércoles, 25 de febrero de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
4 comentarios:
Patricio:
Soy vendedor y me acompaño de uds todas las tardes, son las 23:40 y esta tocando Santana. Los cantantes que trajo son bastante malitos, sobre todo considerando que uno tiene la oreja acostumbrada a otros acompañantes. Se equivoco y saludo a Santiago de Chile en la mismisima Viña. Igual, Santana es como tener a Miles Davis tocando en la Quinta: un privilegio. Buenas Noches
Creo que siempre en nuestro Chile esta mal pelao el chancho... yo ni tengo idea de periodismo pero, lo que si se es que... No Hay Respeto!!!
Como van a llevar a las pololas los muy care raja ¡¡si tan trabajando!!...plop.
y sabe que!? llevese una pistola de agua de esas chikititas y cuando no lo dejen ver la usa jajajaja... y le hecha la culpa a las viejas de atras... jajajaja... hay que buscar la tecnica o no?
Hm?...
Que falta de respeto, cuando se trabaja, no se hace vida social(me refiero a los que llevan acompañante).
Esto es algo así, como un cumple de mono. Qué mal organizado todo. Hay personas que hacen bien su trabajo, otros/a no, aquí hay un claro ejemplo.
Suerte, en lo que queda de festival.
Es un poco parecido a lo que pasa con las entradas numeradas al estadio, nadie las respeta. Algunos logran pasar colados y ahí uno se pregunta para qué cresta gasté tanto si esos flaites se pasan por la reja divisoria a vista y paciencia de la fuerza policial.
En los cines antiguos, antes de que aparecieran las grandes cadenas tipo Hoyts, las boleterías vendían boletos enrollados como pito de marihuana ya que iban ensartados en una cuadrícula que representaba la disposición de cada asiento. Al ingresar a la sala se lo entregaba al acomodador y éste lo guiaba con linterna en mano hacia el asiento numerado que estaba marcado en el borde superior del respaldo, la gente respetaba la ubicación ya que sino podía ser causa de expulsión de la sala. Hoy los acomodadores de asientos en el teatro son una raza extinta, nadie respeta su puesto.
También pasa en los asientos del bus interprovincial, cuando va medio vacío la gente se instala preferentemente al lado de la ventana para ver el paisaje, especialmente si es en distancias cortas como Santiago-Valparaíso, que se cubren en 1 hora y media.
Nadie quiere pasillo.
En Viña no conviene comprar entradas de las más caras (a no ser que quiera bailar con la Ballenato...perdón Reginato), pero tampoco irse bien atrás en galería pues allá no toman asiento nunca.
En otros tiempos estaban también los árboles del bosque que rodeaba el antiguo anfiteatro, los que eran ideales para trepar y ver gratis todo el evento. Se entraba a la mala por los cerros, hoy eso no se puede con toda la vigilancia que hay alrededor.
En el 2000 el festival quedó en manos del canal del angelito y el director Gonzalo Bertrán (hoy en el patio de los callados), tuvo la gran idea de demolerlo todo, arrasar con los árboles, mandar la concha acústica al vertedero más cercano y construir el apoteósico escenario festivalero que conocemos hoy, el que visto desde arriba se parece a la tapa de un W.C.
Me alegro que lo haya pasado bien.
Saludos.
Publicar un comentario