jueves, 22 de noviembre de 2007

Fútbol

jueves, 22 de noviembre de 2007
Es como el pico que te guste el fútbol en un país que no es bueno para la pelota. Quiero ser así de severo porque lo que hoy nos afecta, después de que Paraguay nos encajó 3 de los goles más huevones de los que tenga recuerdo, no es, en rigor, ni tan malo ni tan bueno.

O sea, la premisa es que no somos buenos. Pero tan malos tampoco. Pasamos de la euforia al odio desatado. Los que le gritan ídolo al Matador el fin de semana terminan odiándolo por perder tanta pelota en tres cuartos en su propia casa. Y eso es puramente las ganas que le tenemos al triunfo y la poca tolerancia a las sostenidas derrotas y a los terceros lugares.

Permítanme que les describa una serie de elementos, que nos son todos, pero que son parte de este mundo. Mis amigos futboleros, de todos los clubes, incluso desde el extranjero ojalá, engrosarán esta lista, para explicar cómo se conjugan las cosas para que cuando todo está a punto de resultar terminamos yéndonos a la concha de su madre.

1. El que va al estadio a ver a su club no es el mismo que va a ver a la selección. Y esto se los digo con conocimiento de causa. Puede que tu equipo gane, empate o pierda. Y generalmente, te vas a quedar hasta el final, salvo algunos. Aunque vayas 3 a 0 en contra. El público de la selección es público de tele en su mayoría. Y el público de tele cambia el canal cuando el equipo va perdiendo. Le echan la culpa a todos los chanchos que están en la cancha. Ese hincha no sirve.

2. El jugador chileno es fruto de un talento espontáneo, y por lo mismo, de poca regularidad. De cuando en cuando en las canchas de tierra aparece un pendejo extraordinario para la de cuero. Pero nuestros chicos no nacen en cuna de oro. Se alimentan con tallarín con pomarola cuando mucho. Le hacen al completo y a la chela. Y yo creo que en el 90 por ciento de las veces hemos estado en alguna conversación en que se dice: "ese cabro era bueno... pero puta que era curao". Entonces, salvo excepciones, o sea, salvo Elías, Matador, Ivan Zamorano y algún otro, los demás llegan a la cancha con lo que tienen, no con lo que podrían alcanzar a tener.

3. Por lo tanto, depende de cómo ande el jugador, el cómo se pare en la cancha. Un amigo me decía: "Huevón, vi el partido de Alemania con Chipre, los alemanes ganando como 4 a 0 y seguían atacando" Claro, mejor cuna, mejor preparación, mejor educación, mejor alimentación. A todos los que nos criaron en partidos de barrio, si te chantan 4 pepas te dan ganas de patear la perra, ojalá le quiebres la rodilla al culiao que hizo los goles contrarios y llegai a tu casa mandando a la chucha a todo el mundo. El jugador chileno llega arriba sin educación deportiva profesional. No está mentalizado, por lo que no está preparado para marcadores en contra como los de anoche, por ejemplo. O a lo mejor anda con las luces encendidas porque la mina le dio la pasada anoche. En fin, depende de su estado anímico tan voluble.

4. La fama arruina a los jugadores chilenos. Ejemplos sobran. Si no, ni Salas ni Zamorano serían excepciones. ¿Por qué Guatón Vega no fue el mejor 10 de América si tenía todo? ¿Por qué Candonga Carreño era mejor para los combos si el huevón era bueno y con un físico sobresaliente? ¿Por qué Rozental y sus lesiones? ¿La generación de la mítica sub-17 de Japón? ¿Por qué el Cóndor Rojas, nuestro mejor arquero de la historia, urdió cortarse la ceja pa ver si la hacía de oro en el Maracaná? Yo nunca vi a Jimenez jugar un sólo partido sin antes enterarme de sus enredos con la mina esa.

5. La mafia. las transferencias y negocios que envuelven a los jugadores chilenos benefician a un grupo de personas hace mucho tiempo, perjudicando procesos deportivos completos. Ya ve usted cuando Colo Colo comienza a dar que hablar y hay una generación completa de nuevos jugadores y Colo Colo comienza su escalada internacional para reconquistar lo que logró el 91. Pero, oh magia, comienza la fuga de botines. En tres meses, los aspirantes a goleadores, ni siquiera goleadores consolidados, ya están haciendo banca en un club de segunda en Italia. ¿Para qué? ¿Para quién?

6. El periodismo. De entre mis compañeros de escuela más pelotudos, los que llevaban esa palabra a lo ancho de la cara, eran aquellos que tenían lo que se llama obsesión deportiva. Huevones muy pajeros amigos de las estadísticas y del dato pueril. Se sabían formaciones completas de los equipos más pelientos. Se desafiaban mutuamente. Incluso había algunas minas con esa obsesión. Bueno, ese tipo de gente, salvo honrosas excepciones, pueblan hoy los medios deportivos, endiosando y hundiendo la frágil autoestima de nuestros valores futbolísticos. ¿No será acaso que este elemento requiere también un proceso? Periodistas deportivos que solo saben estadísticas de fútbol.

7. Ah, y lo olvidaba... los entrenadores. Marcelo Bielsa recién aprendió, con el partido de ayer, cómo es el jugador chileno, cómo se comporta, qué diferencias tiene con los argentinos. Se confió excesivamente con el talento, que ciertamente existe. Pero todavía no comprende qué le pasa en la cabeza al jugador chileno. Tiene para aprender. A mí me agrada él. Encuentro que es un tipo que puede dar con la clave de todo esto: sacarle partido al fútbol de Chile, a sus variantes, a su talento. Porque esa es la realidad. Lo que disputamos nosotros es, ojalá, el cuarto puesto de la clasificatoria. No somos los mejores, pero no somos lo que mostramos anoche. Pero hay que colocar once en la cancha que vayan de medio para arriba, a jugársela. Paraguay, aplicadito y todo, no es la gran hueá. Pero son aplicaditos. Se sacan partido. Son más limitados y peor alimentados que nosotros. Pero tienen esa determinación propia de la cultura guaraní. Lo que nos falta a nosotros, hijos de la cultura del ocio por haber nacido en un paisaje benévolo, con árboles frutales a la mano.

Por todo lo anterior, y quizás por más, nunca se sabe con el fútbol chileno. Podemos venir de una goleada como la de anoche y a Brasil le podemos hacer los mismos tres. Nunca se sabe. Nunca lo sabremos.

Cooperen ustedes con más razones. Estoy seguro de que las hay. Pero lo de anoche no es Chile.

miércoles, 21 de noviembre de 2007

Ese puto esquizofrénico comportamiento del seleccionado chileno, anotando un nuevo record de derrota en su propio pasto

miércoles, 21 de noviembre de 2007
PARAGUAY 3 (y le anularon uno legítimo pa más re cacha)
CHILE 0
¡plop!

domingo, 18 de noviembre de 2007

Gracias, Marcelo...

domingo, 18 de noviembre de 2007
¡Yo les dije! ¡Yo les dije!

viernes, 16 de noviembre de 2007

Alfredo Lewin

viernes, 16 de noviembre de 2007
La primera vez que me topé con Alfredo Lewin en mi vida no era conocido pero ya era una leyenda. Yo formaba parte de alrededor de un centenar de postulantes a una de las cuarenta y tantas vacante de licenciatura en literatura inglesa. Prueba especial de ingreso. Una especie de auditorium enorme en el campus oriente de la UC. Alfredo entró a tasar el ganado probablemente y se paseó por toda la sala. Pelo larguísimo, jeans rotos, zapatillas encañadas blancas. Polera de Megadeth creo.

No estoy exagerando al decir que todas se daban vuelta para mirarlo. Sobreactuaba, le echaba la talla a las viejas que tomaban la prueba. Luego se iba.

Días después me abrí paso por entre una horda de personas que quería ver las listas de aceptados para todas las carreras con prueba especial. Quedé.

Mis primeros días fueron raros. Porque en vez de ser mechoneados como la gran mayoría de los universitarios debutantes nadie nos pescaba. Los alumnos de derecho, entonces aún en ese campus, andaban detrás de las minas de idiomas, las de párvulo y pedagogía básica. Los hombres de idiomas, probablemente un total de 10 en todas las generaciones, eran demasiado depresivos para andar mechoneando. Junto a un compañero chascón vimos como las minas huían despavoridas y nosotros como si no existiéramos.

En ese contexto, comencé a ver mucho más que seguido a Alfredo Lewin, que se había echado unos ramos el año pasado y comenzó a ser nuestro compañero de curso frecuentemente. Tontos por la música y el cine, freaks de los discos y las historietas, pronto nos hicimos un grupo como de 10 0 15 personas (en la que las mechonas iban y venían, generalmente con poca suerte para mí). Un año antes de que estallara el fenómeno de Guns N' Roses nos sabíamos el Appetite for destruction de memoria. Estacionados en el kiosko contrario al de derecho, las cosas iban bien y yo carreteaba cada vez más en Santiago, quedándome en la casa de alguien. El punto es que Alfredo compartía siempre esos carretes pero parecía que su cabeza estaba siempre en otra parte. Se sentaba a chupar en la misma mesa, pero era evidente que sus planes no estaban acá.

Los lunes eran especialmente alegres para él porque contaba lo de sus andanzas con su banda de glam rock. Un fenómeno que partió sin tanta fuerza, Diva de pronto sucede que pudo grabar un disco. Un lunes Alfredo llegó con el cassette de Diva, contándonos los detalles de la grabación, en la cual incluso Myriam Hernández había hecho voces. Y claro, poco a poco se empieza a transformar en un tipo más conocido. Pero en paralelo, su forma de relacionarse era más críptica. Su cabeza, claramente, estaba en otra parte. Más de alguna vez esta escena era súper típica: un carrete de amigos, él con una mina, la mina tratando de comunicarse con él, intentando que hablase, pero Alfredo mirando más allá, serio, determinado, adivinando lo que se venía que ciertamente no era Diva.

Finalmente, nos separamos. Me fui de la Católica y entré a periodismo en la Portales. En uno de los primeros recitales luego de la llegada de la democracia, las colas del nacional eran enormes desde temprano. No sé si esto coincidía con que Alfredo ya salía en la tele, pero me da la impresión de que sí. Yo estaba con una novia que tenía a la espera de una de las puertas del lado de Avenida Grecia. Alfredo venía ensimismado, con la cabeza gacha, y probablemente con gafas. "Chucha, lo paro o no lo paro", pensé. Y le agarré el brazo. Me mira, y luego de un segundo en que pensé que no me cachaba, gritó: "Pato, cómo estás, que fue de ti, qué onda compadre...", y conversamos un resto.

La siguiente vez que lo vi fue por la tele, en la cadena MTV. Nunca un rostro chileno había llegado tan lejos. La época de oro de MTV latino. Con Ruth y Daisy Fuentes.

Lo que son las casualidades. Una amiga de mi mujer era íntima de la que resultó ser la señora de Alfredo, con la que se fue a Miami a vivir. Con la que tuvo dos hijos. Por lo tanto, de cuando en cuando, me enteraba que la carrera de Alfredo era meteórica, enorme, casi más enorme que el personaje mismo. Por el mismo rato me entero que se separa. Luego que MTV se acaba para él, pues le comenzaron a dar programas y espacios más determinados y más pequeños.

La siguiente vez que lo vi, fue cuando ROCK & POP fue comprada por Iberoamerican y tendríamos que compartir edificio, piso, pasillo y baños inclusive con el proyecto ROCK & GUITARRAS de la radio CONCIERTO de ese tiempo. Ahí Alfredo hablaba pestes de ROCK & POP. Recuerdo que hubo un incidente en el que casi se fue a las manos con uno de los nuestros. En constante tensión, el proyecto de ROCK & GUITARRAS no tenía cabida en una empresa como Iberoamerican. No porque fuese mala. Yo creo, honestamente, que los comportamientos de sus integrantes condenaron todo. Alfredo salió de ahí por la puerta trasera.

Pero volvió a la Futuro, también de Iberoamerican. Ahí, un par de veces, nos topamos en un ascensor. La tercera vez le dije: "Oye Alfredo, ¿te acordai de mi? Yo soy Pato Cuevas..." Alfredo me miró con la misma cara que aquel día del estadio cuando lo encontré entre las esperas de la Avenida Grecia: "Pato, qué gusto compadre... cómo te va". Yo le dije que me alegraba que estuviese de vuelta y que le fuera bien. Me lo agradeció. Y nada más. Tan solo a ratos un saludo cuando nos topábamos en algún estudio de grabación. Siempre armaba su programa Santiago Blues con un cuaderno hecho añicos, escrito por todas partes con su letra ininteligible.

Eventualmente volvió a partir. No supe por qué.

Pasó el tiempo. Cuando yo era director de ROCK & POP mi jefe me dijo que había recibido un llamado telefónico. Alfredo Lewin quería volver a la radio. Por esos días quedó clavado con la suspensión del recital de Anthrax en el estadio Víctor Jara. Alfredo quería pega. Mi jefe me pidió que averiguase si me parecía inconveniente tenerlo para ROCK & POP.

Partí a juntarme con él en un café de Providencia, acordándome de todas estas cosas que estoy contando ahora y de otras muchas. Había, en definitiva, varios Alfredos pasando por mi vida: aquel niño entusiasta con las grabaciones de Diva... el chico de la mirada perdida de los carretes que no se comunicaba con nadie... el hombre magnético que comenzó a escalar posiciones... el arrogante divo de la etapa de MTV... el descalificador de ROCK & GUITARRAS... el simpático del pasillo... el tipo admirado del que todos sabían conocedor de mucha música... en fin.

Al sentarnos me percaté de algo bastante obvio aunque aterrador. No se acordaba de mí. Pensaba en Pato Cuevas como el tipo que venía de la escuela de ROCK & POP, nada más eso. Antes, yo no existía. No recordaba que estudiamos juntos, que carreteamos juntos mucho tiempo, que teníamos amigos en común. Y es tan cierto eso de que todos borramos gente de nuestra cabeza involuntariuamente. ¿Cuánta gente tenemos dentro de la cabeza y no nos acordamos nada?

"Alfredo, yo era tu compañero en la universidad... hicimos idiomas, literatura... ¿no te acuerdas?"

"No", me respondió intrigado.

Comencé a darle coordenadas, nombres, lugares, costumbres. A la vuelta de una esquina en su memoria logró ubicarme un poco más delgado, algo más loco probablemente. Alfredo estaba profundamente sorprendido. No relacionaba a Cuevas de ese tiempo con este otro Cuevas. Pero logramos cerrar el círculo.

El resto de la conversa me hizo percatarme de lo obvio: Alfredo se vendría cuanto antes a la radio.

Esta semana escuché que se va de la ROCK & POP. Es lógico pensar que volverá a la FUTURO. Es lógico pensar que Alfredo hay para rato, que da gusto escucharlo, aunque yo siempre le expliqué y luché por explicarle que no tenía que hablar tanto. Que no se desesperara. Que puliera su discurso.

"Yo antes de ROCK & POP no sabía nada de radio compadre...", me dijo un día. "En la CONCIERTO, me abrían el micrófono y yo podía estar horas hablando".

Aún así, el último Alfredo que conocí era más bonachón, un tipo curtido en miles de batallas, sostenido, sobrio, humilde, con buen sentido del humor.

No sé cuánto tenga que ocurrir para que nos encontremos de nuevo. Espero para entonces no olvidarlo y que él no me olvide tampoco.

miércoles, 7 de noviembre de 2007

Me duele Renato

miércoles, 7 de noviembre de 2007
Corre el invierno de 1987. En mi colegio, alguien, desde hace un tiempo, organiza micros para ir un día entero a la nieve a precios preferenciales, con un precio que incluye tickets de andarivel, equipos y transporte ida y vuelta en unas liebres insorportables que serían grito y plata en el actual sistema. Para llenar la liebre, unas 25 personas, no se lograba con gente de un sólo curso. Entre que había que tener la plata y los permisos, dos variables que no eran fáciles.

Entonces, el contenido de la liebre eran hombres y mujeres de mi colegio entre segundo y cuarto medio.

Cuando los convocados pagaban la cuota, teníamos que llegar a las 7 y media de la mañana a la plaza de armas de San Bernardo, pues ahí partía todo. Se podría haber hecho enfrente de nuestro colegio pero se habría visto feo. No era gran cosa porque no era que saliera una micro a la semana con un turro de huevones a mandarse las partes.

Esa mañana todos andaban comentando un fuerte carrete en casa de alguien de segundo medio, compañeros de mi hermano menor. Incluso, dos protagonistas estaban entre los habitantes de la micro a la nieve. En una de esas incursiones masturbatoriamente misóginas, uno de ellos había planificado estar con una chica supuestamente virgen (importante detalle) en el auto que se iba a conseguir. Uno de sus amigos, ni tan amigo la verdad, le propuso que registrara todo lo que sucediese colocando una enorme grabadora de cassette debajo del asiento del automóvil, para ahorrarse contar detalles (han pasado tantos años ya... no sé qué tamaño tendría ese aparato)

Antes de que partiera nuestra micro a Farellones, antes de las 8 de la mañana de ese día, todos sabíamos que esta muchacha desapercibida se había metido en el auto a cierta hora de la noche en ese carrete y que su voz quejumbrosa había quedado inmortalizada, tal cual un youtubeo que hoy en día es extremadamente común. La cosa es que el detalle que más hacía gracia era que ella se quejaba de que le dolía.

"Pero Renato, no... me duele Renato". Pobre chica. El otro métale punteo y ella sólo se quejaba, pero en el mal sentido.

Diez para las ocho de esa mañana, un par de minutos antes de salir, pasó por la plaza esta niña en dirección al colegio... la chica del automóvil.

Todos los que estábamos allí le gritamos, por supuesto: "¡Ay, Renato, me duele Renato!"

Qué hijos de puta fuimos. La recuerdo, compungida, avergonzada, caminando rápido pero decidiendo al mismo tiempo no correr, mantener algo de dignidad, metiéndose el pelo en la cara.

Por supuesto que lo más incoherente de todo era que ninguno de nosotros escuchó ninguna grabación.

Hoy por lo menos te metes a Youtube.