jueves, 26 de febrero de 2009

Cosas extrañas que veo

jueves, 26 de febrero de 2009
Ayer en la tarde vi un niño con tetas. Sé que esto no tiene mucho que ver con mi desempeño acá en Viña del Mar, pero de todo lo que he visto en esta corresponsalía, incluida la actuación de Farkas, lejos lo más raro es el niño con tetas. La gordura, usted sabrá, tiene distintas manifestaciones. Algunos son del culo y finos hacia arriba, incluso con rostros delgados, que les hace ganar motes como "mira, ahí va el careflaco". Otros son rellenitos enteros, de todas partes, que es el guatón más normal, ese que es bueno para el dancing, el guatón bien formado. Están los amorfos, que son gordos en ciertas partes, de panza especialmente, o del cogote para abajo, los obesos que te dan nervios.
Todo lo anterior palidece frente al niño con tetas. Me encontraba tirado en la cama del hotel, a eso de las 7 de la tarde, pensando que quería dormir, comer, y acostarme al mismo tiempo. La tele estaba encendida, con Sergio Lagos bailando en su programa (no sé por qué bailan en la tele, no lo entiendo... y me lo pregunto porque he trabajado años con Sergio y me cuesta entender... bueno, gana plata... bueno, estoy hablando huevadas ya). Y decido ir al MacDonalds más cercano (aplausos por favor) porque ahí te venden unas ensaladas decentes y me he querido alimentar bien. Ahí en la fila, la interminable fila del fast food restaurant, está el niño con tetas. No tiene más de 12 años. Su cara es lozana, no tiene espinillas ni barba ni nada. Un niño chico. Enorme. Grandote de torso, cogote aplastado. Pero su cara es delgada, normal diría yo. Y tiene tetas. Tanto así, que como su cara es de niño, cuando lo veo pasar pensé que era una quinceañera (cruel lo que estoy diciendo pero describe precisamente lo que me sucedió). Su mamá está un poco más adelante en la fila. Su pedido no cabe en una sola bandeja y consiste en bebidas azucaradas, helados con chips de chocolate, papas fritas grandes y hamburguesas. No me hago el dietético, pero si yo tuviera un hijo y le salieran tetas estaría más preocupado de que si le salieran tetas a una hija antes de tiempo.
Ahí estaba, con una tremenda contradicción en el cogote, porque si hubiese visto a una mamá agarrar a charchazos a un hijo o hija, intervengo, y le echo la foca a esos papás que maltratan en público, aunque me lleve refriega: lo que uno pretende ahí es desautorizar al menos a un agresor. Acá me daban ganas de decirle a la vieja "oiga, cómo le compra toda esa mierda a su hijo, mírele las tetas, son más grandes que las suyas". Pero no tuve valor.
Horas más tarde Leonardo Farkas se subió a hacer el ridículo y a faltarle el respeto a los que pagaron por un show que terminó con Roger Hogdson tocando más allá de las 3 y media de la mañana en la tercera jornada del Festival.
Por todo esto que cuento, no me sorprendí en lo absoluto.

miércoles, 25 de febrero de 2009

MI DEBUT

miércoles, 25 de febrero de 2009
Estoy sentado en el palco de prensa la primera noche de Festival. Es incómodo. Es un entorno tenso, ubicado al costado izquierdo del escenario si lo miras de frente. Es un corral con asientos, donde se colocan gráficos y periodistas. Los gráficos, con sus cámaras y lentes profesionales, están de pie, o sentados en los respaldos o de pie encima de los asientos. Atrás, la gente de la tribuna no reclama pues aún no ha comenzado nada, pero yo me encuentro con un ex alumno que trabaja en EMOL, Sebastían Cerda: "Las viejas de la tribuna tienen códigos que hay que respetar", me dice. Es su tercera vez cubriendo el festival. "En años anteriores, cuando las viejas vienen a ver a gente como Marco Antonio Solís o Juan Gabriel, te lanzan piedras, fruta y proyectiles".
Nos quedamos medio piolas, agachados, pero los periodistas de otros medios, que sólo se acreditan para venir a ver gratis a sus artistas favoritos, se sientan con sus pololas encima de los respaldos y al final estamos todos incómodos y de pie. Los gritos de las viejas vienen desde atrás.
Te la pasas averiguando cómo puedes ver el espectáculo de manera cómoda y debería ser así porque estamos muy cerca del escenario, hacia un ladito, pero en una ubicación buena. Y no es así. Los fotógrafos no lo permiten (¿cómo le vas a pedir a doce o quince gráficos que se sienten?) la gente se amontona, y tú ves que tu pase de palco de prensa, ese que dieron uno solo por medio, nunca fue uno por medio, y que el número del palco que está escrito por atrás es un chiste también.
Aún así me topo con gente que conozco: Alberto Brieba, de La Cuarta, ex alumno, se dejó barba, se ve más viejo. Nacho Stark, también con barba, no se ve más viejo. Andrés Orrego, el periodista que está conmigo en el trabajo de las conferencias está ahí entre la gente de UCV Televisión, a la cual conoce bien porque también pitutea para ese lado.
Los más conocidos están lejos de donde nosotros nos encontramos, junto a los rostros de los canales. Mientras los espectáculos ocurren (los comentarios de lo artístico en el blog de La Tercera) los periodistas entran y salen del palco indistintamente. No se quedan ahí. Los que laboran en prensa escrita son más mateos, toman notas, pero otros andan pasándolo la raja.
Ricardo Pelao Cantín, quien comparte locutorio conmigo en la radio que tenemos en Viña, que lanza señales a cada radio de Iberoamericana de acuerdo a las necesidades (Cantín hace un programa en la Pudahuel), cuenta que le dieron un pase para el vip. Hoy nos contó que comió sushi y tomó copete a destajo, pero que uno se siente fuera de lugar. Y Cantín, que se maneja bien, se sintió medio fuera de lugar, figúrense. Pero me dijo que hoy se consigue dos pases y me tomo el whisky mientras Farkas le hace cariño a la piel original de su mujer.
La noche del lunes, Alejandro Guillier estuvo en el palco de rostros del festival, apoyando la salida del canal de noticias de TVN. Entonces, tenía que salir el martes desde las 7 de la mañana en el estudio que las radio mantienen y del cual ya les hablé, que está en el sector de Valparaíso y calle Quinta. La primera noche de festival me acoste pasadas las 3 de la mañana y a las 7 de la mañana siguiente estaba en el estudio acompañando a Alejandro para ADN HOY. Esas dos horas transcurrieron como si durmiera. En algún momento del día después pensé que lo había soñado, pero no.
Los estudios en cuestión donde estamos albergan las oficinas comerciales de Iberoamericana en Viña. Y tienen un estudio habilitado porque eran las dependencias de la recordada radio Finissima. cantín trabajó en sus primeros años allí. el locutorio le trae recuerdos. Dice que hay dos historias de muerte. Un junior que trabajaba en esos años, salió un día de la pega y se colgó en su casa. Tiempo después, una secre muy joven, murió de una enfermedad terminal. Así que además de desabrido, el lugar tiene sus historias. El locutorio es cómodo y tiene implementada una línea digital. Entonces, al ponerte los fonos y hablar, no hay retardo en los retornos y estás simultáneamente hablando con tus compañeros en Santiago, lo que es muy cómodo considerando el desarrollo del programa ES LO QUE HAY, con la Jani y Daniel allá en la capital.
El recinto es enorme. Y tiene algo que me sorprendió. En vez de destacar a un lado el nombre de los arquitectos, la enomre mole de hormigón que es el anfiteatro de la Quinta, tiene también el nombre de la administración edilicia que la inauguró. En letras enormes sale el nombre del alcalde de entonces, Kaplan, y dentro de los concejales, la Reginato y Celis por cierto. Si yo tuviera mi nombre tatuado en la Quinta Vergara, también sería un pintamonos.

lunes, 23 de febrero de 2009

Previa de la noche 1: "¿Me podría conseguir un ticket para LA MOVIDA DEL FESTIVAL por favor?"

lunes, 23 de febrero de 2009
Voy en dirección al Sheraton Miramar, desde el sector de plaza México, donde está mi hotel, que sin estar ni cerca de las 5 estrellas, es decentito, limpio y tiene jabón de buena calidad. Y el water no usa pastillas azules. Son las 10 y media. Ya estuve despachando para ADN en la mañana con Guillier y entre medio se escondió el sol. Ahora está muy frío, con lo que aparece la mejor característica de Viña: es caminable. Da gusto. Los cientos de autos en decenas de tacos parecen estacionados mientras uno avanza tranquilamente por la costanera. Mi compañero de labores, el novel periodista Andrés Orrego, osornino pero arrejuntado con brasileña hace 5 años en Viña, me describe en términos sociológicos cómo se puede distinguir a una porteña de una viñamarina. También separa a las viñamarinas allegadas o de dormitorio, las que vienen por vida universitaria. Dice que las porteñas tienen las piernas más firmes por los cerros, que son más naturalmente tostadas. No así las de Viña, que son más tapadas y menos firmes de musculatura, lo que me parece una estremecedora clasificación.
Llegamos a la llamada oficina de comunicaciones del festival que depende de la producción ejecutiva de canal 13. Para ello utilizamos unas credenciales amarillas de prensa que te dan acceso a nada. La idea es reclamar en una ventanilla atendida por tres señoritas, las que entregan los palcos de cada noche: todos los medios que no son oficiales, creo que todos, tienen derecho a un palco por noche acreditada, que no son todas. Esto ya comenzó a provocar problemas porque se pensaba que cada uno de nosotros tendría su palco. En la actualidad se acredita a muchos menos medios que antes. Aún así, siempre los medios oficiales se las arreglan para que los periodistas vivan también en este mundo Ticketmaster, donde las reglas, sectores y posibilidades de preguntar a un artista que te encuentres se reduzcan solo al recuerdo. Aún así, por ser ADN tuvimos atención amable, sobre todo porque entre las señoritas de prensa estaba una ex alumna mía, la Cata Gómez, que hace sus últimos días de práctica en el 13. Amablemente me consiguió los palcos explicándome esto de la "regla de uno por medio" que nadie sabía.
Para ponernos de acuerdo en el trabajo del día, pasamos con mi compañero a la sala de prensa. Enorme de tamaño, con ventanales que dan al mar, bello, bello. Y con 10 computadores para 300 periodistas acreditados. También roban y mucho. Bolso al suelo y te cagan. Y todo se ve tan pulcro, limpio, tan oficial.
Ahí nos encontramos con Álvaro Bisama, periodista y escritor, que estaba por la revista del Sábado y que venía a encontrar datos duros de un festival que tiene poco de interesante. "Quiero saber si hoy va, como hace años, el rey de los gitanos. Siempre compra el mejor palco y viene a ver todo".
Al lado está la sala de conferencias de prensa, ese tongo que desnuda a los pésimos entrevistados y a los pésimos periodistas. No me pude quedar a lo de Serrat porque me lo impedía el informe de las 13 horas y un despacho que hice más tarde a Radio Continental de Buenos Aires. Casualmente Serrat se echa al bolsillo a todo el mundo e incluso habla de que, para él, el mejor equipo de fútbol chileno es la "U" y no el Colo.
Entonces, le digo a Andrés que me iré a la radio al despacho.
Al salir se me acerca una chica de unos 15 años.
"¿Me podría conseguir un ticket para La Movida del Festival?"
Le digo que no soy de la producción del canal y que busque por otro lado. Mientras camino y veo pasar a otras personas que corren hacia las rejas del Sheraton a ver artistas (Juanes se había bajado de una van hacía unos minutos) pienso si debí responderle que a nosotros como periodistas que reportean el festival y que no somos del medio oficial es difícil tenemos un acceso igual de restringido que el público. Vemos pasar a alguien famoso a la distancia y nos consumimos estúpidamente en esa idiotez llamada conferencia de prensa.

NOCHE 0: "¿podría bajarse del bus, por favor?"

Tengo una relación de amor-odio con la ciudad de Viña del Mar. Muchos años de mi vida, le macheteamos casa a mis primos, pues su papá tenía derecho a una gran casa de la Dirección de Obras Portuarias del MOP. Por parte baja esa casa tenía como 10 camas así que la familia completa se turnaba, año a año, para pasar unos días. Como nosotros éramos pendejos pasábamos fácilmente colados todo el período y nos armaban a veces camas sobre cojines o colchones en el suelo. No importaba, era Viña del Mar. El lugar no era, eso sí, particularmente glamoroso: el complejo de casas de veraneo estaba detrás de los depósitos de gasolina del sector de Las Salinas, (que ya no existen). Así, nuestro veraneos en el lugar eran con un sutil aroma a engrudo, bencina y aceites. Había una enorme piscina de cemento sin filtros, por lo que el agua duraba con suerte una semana y se tornaba verde y fétida. Se vaciaba en una noche, se limpiaba al día siguiente y al final se llenaba en la noche que seguía. El día tres casi nadie se bañaba porque el agua era heladísima. Por todo lo anterior, y por lo que significaba salir a las playas vía micro, con tacos a toda hora, no salíamos de ese horrendo lugar prácticamente. Estaba la piscina, era Viña del Mar. Y así transcurrieron muchos de mis veranos.
A veces salía al centro o a caminar a las playas y me resultaba extraño que la gente disfrutase una ciudad que se volvía como Santiago todo el verano.
Pasaron varios años y Viña seguía siendo el lugar de mis vacaciones.
Por lo tanto, y tan solo advirtiendo que esta es una opinión estrictamente personal, no me agrada Viña del Mar. Creo que sería un buen lugar para vivir. A compararlo con Santiago, me quedo con la capital mil veces. Enero y febrero en Santiago son muy agradables.
Pero bueno. He vuelto sostenidamente a Viña los últimos meses. Invitado por amigos, a un departamento en un cerro con linda vista. O por el día, pésima idea. También fui invitado a un taller de redacción en la Universidad de Viña del Mar durante los viernes del segundo semestre del 2008 (ocasión en la que ni vi el mar porque el campus queda en Rodelillo).
Ayer domingo yo figuraba como único pasajero de un bus en el terminal de Santiago, para poder desempeñar por una semana completa una cobertura especial para ADN Radio Chile. Eran las 19:30. Y entonces, entró el chofer y me dijo: "¿podría bajarse del bus, por favor?"
Habían encontrado fallas en el bus, su parabrisas estaba trizado y no podía ser autorizado a seguir. Todo se retrasó. LLegué a las 21 y 30 a Viña. Caminé desde el sector de la Quinta Vergara hasta el hotel, que está en Plaza México. No hubiese sido nada, pero la grabadora digital, el notebook, transformadores, credenciales, baterías y cuadernos pesan bastante. Además, traje ropa gruesa.
Esta mañana había un sol radiante. Salí a las 8 de la mañana hacia el locutorio que tiene Iberoamericana en la calle Valparaíso. Compré los diarios. Y andaba con polera de manga larga. estaba fresco pero agradable. Despaché con Alejandro Guiller en el estudio de Santiago e hicimos un informe con lo poco interesante que hay del festival. Todo en este evento lo inventa la prensa, lo reitera la prensa, y en realidad, salvo la llegada de La Noche con el incidente del hotel, no hay nada novedoso. Son solo conferencias de prensa de 15 minutos para 80 medios de diversa (baja) connotación. Los canales oficiales, que tienen exclusivas, igual se meten en las conferencias de prensa y todo el mundo se enoja. No todos los medios pueden asistir al Festival en sí. Tienen que ir a la oficina de comunicaciones del hotel Sheraton, donde está la producción ejecutiva de Canal 13, a reservar palcos. Ahora son las 10 y 20, estoy en el hotel y entró una neblina gruesa y fría. paso por los canales abiertos y veo que las exclusivas no son bien aprovechadas artísticamente.
En un rato más hay una conferencia con Joan Manuel Serrat. Todo se infla en la tele. En unos minutos más despacho para Caracol Colombia. Me haré internacional. Manténganse ahí, comunicando.

sábado, 14 de febrero de 2009

Los Pájaros

sábado, 14 de febrero de 2009
Es tan fácil perder la perspectiva de las cosas. Una familia cercana a la mía tiene, en estos momentos, la sensación de que en Chile se debe vivir encerrado, de que en la calle te puede ocurrir de todo, de que ahora, más que nunca, tus compatriotas son malos, y son malos por necesitados y por malos, y son malos porque fueron malos con ellos, y, peor aún, son malos porque se volvieron pobres.
No sé si es más peligroso ahora que hace unos 15 o 20 años. Viví mucho tiempo en San Bernardo, y me percaté cómo en poco tiempo la vida de barrio se transformó en algo que le perteneció mucho más a la gente que llegó después a vivir ahí. Nuevos barrios, nuevas necesidades, y de pronto los que estaban viviendo en el casco antiguo sintieron que los barrios cambiaron su función. No tiene que ver con que la vida fue peor. Tan solo diferente a lo que uno estaba acostumbrado.
Entonces te cambias de casa. Dicen los más entendidos que como este es el país del arribismo, nos cambiamos de casa por dos motivos: porque no queremos ser lo que seguiremos siendo donde estamos y porque queremos ser secretamente como los que son en otro lado.
Por motivos que no detallaré, digamos que he vivido en muchas casas y lugares el último tiempo. La mejor lección que saqué de eso es que, sin querer meterte en la vida de nadie, es bueno relacionarte bien con tus vecinos. La vida con los vecinos te permite tener una mejor vida en todo sentido. Pues, a propósito de la identidad que se forma en el barrio, existen de inmediato mejores y más razones para sentirse seguro en un país al que le venden alarmas e inseguridad por todos lados.
Es así como, desde que llegué a mi cuchitril, he tratado de ser lo más empático posible con un repertorio vecinal de lo más variado y diverso.
Y es así como, cuento corto, este verano le estoy cuidando los pájaros a mi vecino de al lado.
Que yo recuerde, nunca tuve canarios, pájaros, loros ni ningún ave de mascota, salvo las gallinas que guardaban mis abuelos en su casa, con las que se proveían de cazuelas y huevos.
Pero todas las noches, mientras la familia de mi vecino está en el sur, llego a regar su jardín y a cambiarle agua y semillas a los 13 pájaros que subsisten, pues murió uno hace unos días, asunto que me dejó en completa desolación. No es que les tenga cariño a estas alturas, pero sí, cuando los visitas a diario, y los ves reaccionar por ser un simple proveedor de semillas y agua fresca, te acercas a ellos necesariamente.
Cuando mi vecino se fue con su familia, uno de los canarios tenía 4 crías. A los dos días de hacerme cargo salieron del nido. Al quinto día una de esas crías yacía entre los fierros de la jaula aplastado inmisericordiosamente por sus hermanos y padres. El más débil. Me acordé que por estos días se cumplieron 200 años del natalicio de Darwin.
Pongo más atención al salir al patio de mi casa todas las mañanas, colindante con la enorme jaula que mi propio vecino les construyó. Los escucho cantar bulliciosamente. Me quedo tranquilo.
Mañana llega mi vecino supuestamente y sé que me relevan de una tarea que podré suplir leyendo o haciéndome cargo de mis propios asuntos. No, aún no quiero comprarme una jaula ni heredar un canario. Pero atender a estos 13 me hizo sentir más parte del barrio.